A finales de julio, mientras dábamos un paseo por la alicantina playa de San Juan, vimos a un grupo de niños cuyo singular juego en la arena nos llamó poderosamente la atención. Los chavales corrían y recogían del suelo pequeños objetos a los que llamaban «proyectiles venenosos». Cuando el pequeño coordinador del juego gritó «¡basta!», todos corrieron con sus “tesoros” para hacer el recuento. La curiosidad hizo que nos acercáramos para conocer qué objeto merecía tan llamativa denominación. Para nuestra sorpresa, no se trataba de conchas o de piedras con formas extrañas, sino de arrugadas, cenicientas y malolientes colillas de cigarrillo. No pudimos disimular nuestra cara de asombro, asco y tristeza. Aquel gesto empeoró cuando nos enteramos de que la niña ganadora había recogido 26 proyectiles venenosos en menos de un minuto.
Aunque nuestra intención es escribir sobre cosas amables en nuestro blog, en esta oportunidad no pudimos hacer como si no hubiésemos visto nada.
El problema no es solo que los niños jueguen con las colillas en las playas, que también. El problema es que los fumadores sigan utilizando estos espacios de esparcimiento y contacto con la naturaleza como si fueran enormes ceniceros, y que todos tengamos que aceptarlo como si fuera algo normal. No podemos pedir a la gente que no fume en las playas. Al fin y al cabo son espacios abiertos y públicos. Pero lo justo, entendemos, es que los fumadores se hagan cargo de sus residuos. La gran mayoría de ellos, al terminar el cigarrillo, entierran su colilla en la arena y piensan que todo está resuelto. Pero no es así. Es en ese momento es cuando empieza el problema, pues algunos de los componentes de estos residuos son tóxicos, no son biodegradables y van a parar al mar cuando sube la marea. El resultado: contaminación del agua y envenenamiento de especies marinas animales y vegetales. Algunas de ellas terminarán después en nuestras cocinas o como alimento de otras que estarán en nuestros platos.
¿Qué hacer?
Tras el desafortunado descubrimiento del juego de los “proyectiles venenosos” -a los que, por cierto, les viene fenomenal el nombre- pedimos a los niños que nos permitieran recoger las colillas que habían recolectado para tirarlas a la papelera, que es donde deben estar. Y así lo hicimos. Pero claro, la solución no es que todos nos pongamos a recoger las colillas de los demás, aunque hay organizaciones que lo hacen y las colillas que recolectan se cuentan por miles. La auténtica solución es que los fumadores se conciencien de usar ceniceros, incluso en la playa. Y si el problema es levantarse y caminar hasta la papelera más cercana para depositar la colilla, hoy en día venden ceniceros especiales para llevar a cualquier lugar. Y aquellos que no quieran invertir en uno, bien pueden solucionarlo con un sencillo bote de cristal con tapa. Lo importante es vaciarlo correctamente más tarde en una papelera.
Además, qué mejor para acabar con esta malsana costumbre en el futuro que educar a los niños, si no con el ejemplo de abstenerse de fumar, por lo menos con la manipulación correcta de los desechos del tabaco. Y no sólo con estos, sino también con todo lo que contamina y ensucia un entorno al que acudimos para disfrutar de la naturaleza.
Costumbres basura, también en la playa
A lo largo de las playas de Alicante encontramos los divertidos carteles de la campaña denominada Costumbres basura, una iniciativa que busca crear conciencia entre los visitantes para que abandonen la costumbre de dejar en la arena latas, bolsas, colillas y botellas de plástico.
Esta campaña en particular, propone dar un nombre a estos personajes de costumbres poco saludables:
Tras conocer la campaña y habiendo presenciado el juego de los proyectiles venenosos, entendimos que aún hay mucho Nicotino inconsciente de visita por la playa. Nuestros niños deberían estar haciendo castillos de arena, jugando con palas o esquivando las olas. Creemos que hasta el mismo Nicotino reprobaría que su hijo jugara con basura. Tampoco a nadie se le ocurriría contemplar una puesta de sol sentado sobre un enorme cenicero. Y sin embargo, en algún lugar no lejos de nosotros, alguien en este momento lanza un proyectil que envenena nuestro lugar favorito del verano.